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6 recetas de 'Hecho en casa'. Lentejas verdes (3)

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LENTEJAS VERDES


QUÉ

Lentejas cocidas
Aguacate
Cebolleta
Pimiento verde
Cebollino
Agua
Pimienta negra
Sal
Aceite de oliva virgen extra


CÓMO

Para el sofrito: en un poco de aceite, rehogar la cebolleta y el pimiento trinchados. Añadir un poco de agua e ir cociendo. Cuando las verduras estén hechas, jugosas, sumar las lentejas cocidas, remover con cuidado para no romperlas y salpimentar. Los platillitos volantes deben quedar enteros. Un poco más de agua para que hierva el conjunto, contagiándose.
Para el aguacate: pelar y cortar en gajos. A la hora de servir, un toquecito de sal.
Para el acompañamiento: cortar las tiras de cebollino en pedacitos. En rodajas, la parte verde de la cebolleta.
Emplatado: en recipiente hondo, las lentejas. Encima, contundente y esmeralda, el aguacate, con los complementos verdes, cebollino y cebolleta.


POR QUÉ

El aguacate es como carne, alegría del plato vegetariano. ¿Para qué usar chorizo teniendo estos pedazos mantecosos? Grasa saludable, que almacena recuerdos a frutos secos, es un producto extraordinario, dúctil y de gran complejidad.
La alianza con la legumbre es sorprendente, se acoplan de forma natural, como si hubieran estado aguardando que los emparejaran. Plato cromático, es un juego con el verde, que implica desde el pimiento al cebollino.


#aguacate #retromoderno #legumbre #hortaliza #verde




Hielo, móviles, acero

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Yo compré preferentes.







CUBITO. Una coctelería de Berlín en una de esas noches bajo cero en las que el vaso podría ser enfriado en la calle sin necesidad de cubitos. Un cartel en la puerta avisa de permisos y restricciones. Permiten fumar. Los cigarrillos son bienvenidos. Y está prohibido hablar por el móvil. Desconcierta. ¿No debería ser al revés?



HIELO. Cierto que los adictos al celular contaminan las conversaciones ajenas con el desagradable aliento de las charlas a grito, y a lo mejor alimentan un tumor cerebral. Nada de eso deteriora la salud de los demás. No es posible decir lo mismo del tabaco y sus emanaciones cargadas con sustancias tóxicas que perjudican a los respiradores cercanos. Mis acompañantes fuman y hablan por el móvil en esa noche berlinesa de hielos largos (humea el teléfono, humea el pitillo, todos los fuegos a la vez) y las cabezas están a punto de explotar.



FUNDIR. De los 35 millones de euros (otros dicen ¡60!) que se supone que el millonario del acero, ¿o de acero?, Lakshmi Mittal fundió en la boda de su sobrina, el Ayuntamiento de Barcelona ha ingresado 30.000 euros en tasas. Muy poco, una limosna para la comunidad, para los barceloneses. Los otros beneficios para los ciudadanos no son contables, ¿tal vez espirituales? Sobre todo, indirectos. El MNAC, que alquiló la Sala Oval para el bodorrio, comprará un cuadro. Enriquecerá el espíritu de los visitantes... ¿y qué más? Los exégetas de la ciudad como escenario de cartón piedra se abanican con cifras difíciles de demostrar.



MOLESTIA. Creer que Mittal dilapidó esa millonada es ser un crédulo: la cifra será mucho más baja, los ricos siempre buscan las rebajas, si bien la exageración es inherente a las fortunas y su prestigio. Los diarios han publicado ya otro dígito de leyenda: en febrero, el Mobile World Congress tendrá un “impacto económico” (¿choque, pedrada?) de 340 millones de euros. ¿Lo demuestran, por favor? Algún día, los entusiastas contables tendrán que detallar las cuentas para que sepamos a qué precio los barceloneses venden las molestias.



FRÍO. El vino blanco nunca está lo bastante frío. ¡Mátame, sumiller, por la herejía!



CAZA. En el gabinete de Miguel Blesa, ex presidente de Caja Madrid, cuelga la cabeza disecada de un preferentista. Le agrada al banquero la caza mayor y se fotografía con las capturas, león, búfalo, oso. Caza Madrid.



INGREDIENTE. Hay una receta de la chef televisiva Nigella Lawson que me gusta: en una bandeja de horno, colocar tomates cherry medianos abiertos por la mitad, aliñar con aceite, sal y azúcar (mejor moreno). Sugiero espolvorear hierbas mediterráneas secas. Dar caña al horno, a 250 grados. Apagar, introducir la bandeja y dejar toda la noche los tomatitos, que se confitarán con el calor residual. Lawson, ex del creso de la publicidad y el arte Charles Saatchi, vive un divorcio sucio, con acusaciones de consumo de cocaína. Es un ingrediente que arruina una receta, y la vida.




6 recetas de 'Hecho en casa'. Gambas en bolas (4)

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GAMBAS EN BOLAS


QUÉ

Gambas medianas
Alga wakame seca
Zumo exprimido de una naranja
Sal Maldon
Harina de tempura
Aceite de oliva virgen extra
Agua


CÓMO

Para el caldo corto o shabu-shabu: en agua, hervir el alga y el zumo de naranja durante unos minutos. Colar y devolver al fuego.
Para las gambas: pelar las colas y dejar la cabeza intacta. Reservar el armazón. Llevar a los crustáceos a una sesión de termalismo. Sumergir las gambas en el shabu-shabu cítrico durante 50 segundos y pasar a un recipiente de agua con hielo.
Para las cáscaras: espolvorear con harina de tempura y freír en aceite caliente. Desengrasar sobre papel de cocina.
Emplatado: disponer las gambas al dente en paralelo, rebajar la dulzura con la Maldon y, a un lado, el vestido crujiente, que también necesitará apoyo salino. Si el chef es habilidoso, puede volver a vestirlas. En un vasito, un trago de shabu-shabu.


POR QUÉ

El auténtico shabu-shabu es más complejo, un caldo en el que se sumergen vegetales y carnes, como si se tratara de una fondue, hasta enriquecerlo.
El nuestro es light, un bidet para una pediluvio gambero, o gamberro. Crustáceo integral: no se tira nada. Qué fea y guarra costumbre la de llenar el suelo de los bares con capas de peladuras. Hemos desnudado el pequeño bumerán y convertido el traje en golosinas. Querrías comer una tonelada. Y que las vendieran en papelinas.

#rapidillo #asiatiquea #cítrico #gamba #crustáceo



6 recetas de 'Hecho en casa'. Butifarra de pollo con gambas (5)

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BUTIFARRA DE POLLO CON GAMBAS


QUÉ

Pechuga de pollo fileteada (corte fino)
Gamba roja mediana
Molinillo de especias (coriandro, ajo en polvo, cebolla seca, ñora, menta seca)
Sal
Pimienta negra
Almidón de maíz (Maizena)
Alga wakame
Ajos
Aceite de oliva virgen extra
Agua



CÓMO

Para la salsa: pelar las gambas. En un cazo alto, saltear las pieles y las cabezas de las gambas, las tiras de alga wakame y tres o cuatro dientes de ajo. Llenar de agua y dar potencia al fuego. Cuando se haya reducido, colar en un chino, apretando bien para sacar los jugos. Mezclar el almidón de maíz con agua (sí, con el dedito) e ir engordando la salsa de gambas, de nuevo en el fuego, para que espese. Rectificar de sal, si es necesario.
Para las butifarras: extender una pechuga de pollo fileteada (si no es lo bastante fina, aplastar con el cuchillo), colocar encima tres gambas crudas, salar y dar unas vueltas de molinillo especiero. Tapar con otro de los velos avícolas. Colocar sobre papel film y enrollar haciendo un paquetito, buscando la forma de la butifarra. Apretar bien por los extremos. Envolver por segunda vez con papel de plata, apretando de nuevo. En una cazuela, poner a hervir agua. Apagar y colocar los paquetitos dentro. Es una baja temperatura... salchichera. Sacar cuando se haya entibiado el agua. Cortar los extremos y desmoldar las salchichas.
Emplatado: partir una butifarra por la mitad para que se vea el interior gambero, espolvorear con la pimienta y otro golpe de muñeca a lo Björn Borg con el molinillo. Napar con la salsa de gambas.



POR QUÉ

Revisión de un pollo con gambas, un mar y montaña clásico. Intentamos mejorar el original con la presentación (¡sorpresa, la tradición concentrada en una salchicha!), en una adecuada interrelación de los elementos (en la receta habitual solo bailan juntos con la salsa) y en la preservación del sabor y la textura gracias una cocción corta, o casi no cocción. La gamba, bajo varias capas, queda jugosa.
Empecé a pensar a partir de una receta de los gemelos Javier y Sergio Torres, que sometían una pechuga a esas aguas termales (y me viene a la cabeza Japón y los onsen tamago, huevos en ardientes manantiales protegidos por la cáscara, como aquí preservan el papel film y el de plata).
Construcción mecano, el interior de la salchicha admite cualquier cosa, así como pasarla por la sartén en busca de la reacción de Maillard, tostando las blancas carnes. Buena aliada para un servicio de cocina fría, pícnic o cena con numerosos invitados. La salsa es un concentrado de gambas, casi de gambas al ajillo. Y el molinillo, parte del bricolaje gastro: vacías el contenido original y lo rellenas con mixturas a tu gusto.


#carne #pollo #crustáceo #gamba #retromoderno #especias #aromáticas



6 recetas de 'Hecho en casa'. Mango, pimienta, queso (y 6)

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MANGO, PIMIENTA, QUESO


QUÉ

Mango maduro
Pimienta negra
Queso fresco estilo Burgos
Miel
Vinagre de Módena extra viejo


CÓMO

Para el mango: cortar en gajos.
Para el queso fresco: cortar en lonchas.
Emplatado: alternar la fruta con el lácteo. Sobre el mango, unas gotas de vinagre extra viejo. Sobre el queso, la miel. Sobre todo, espolvorear con la pimienta negra fresca.



POR QUÉ

Asocio el mango con la pimienta negra. Muerdo el amarillo y siento un cosquilleo en la nariz. Las dos carnes, la frutal y la lechal, se complementan. Los dos aliños, dulce y ácido, se revuelcan en la misma cama. Si es de buena calidad, el vinagre de Módena extra viejo se puede comer a cucharadas, nada que ver son ese líquido parduzco con el que algunos intoxican las ensaladas.

#rapidillo #fruta #lácteo #miel #ácido #especias #postre



En memoria de Joan Llobet (1941-2013). Tiempo y bacalao

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En mayo falleció Joan Llobet, el alma de Chicoa. Ninguna necrológica de relumbrón lo ha recordado. La memoria es más delgada que una crêpe. Los personajes que construyeron la Barcelona gastronómica en los años del plomo y la bayoneta han sido olvidados, sepultados por el confeti.

Como homenaje, un texto que publiqué en marzo del 2010 tras una cena en Chicoa.




Joan Llobet en el 2001. Foto: Elisenda Pons





Tiempo y bacalao


La confusión que fomenta el nombre es jocosa. Chicoa, ¿un restaurante vasco? Por supuesto, dirá el 99% de los encuestados. Pues error: Chicoa es más catalán que el bacallà a la llauna. Sus propietarios, el cocinero y animador Joan Llobet y Quima Bernal, decidieron bautizarlo con esa eufónica palabra tras una charla creativa, hielo y tragos largos, hace 40 años con algunos amigos. Chicoa es... ¡un pueblo de Mozambique!


Joan Llobet (1941) es un ilustre de la cocina catalana tradicional, insuficientemente documentado por el periodismo con servilleta y tenedor, ávido por lo nuevo y con resquemor hacia lo viejo.

A veces, Joan piensa que ya no es su época, aparcado entre la efervescencia de los cocineros jóvenes y la servitud hacia los aristochefs.

«Soy rústico», dice a modo de disculpa, y puede que se refiera a la decoración del establecimiento o sea una coqueta autoironía hacia su cocina.

«Pertenezco a la época de las fondas, de los barrios, de los ambientes populares, de los restaurantes caseros, del fricandó, de la sopa, del brécol frito y la judía. Lo único que quiero es que la gente lo pase pipa».

Gil de Biedma era de la época de la pérgola y el tenis y le han hecho una película.


Entrar en Chicoa es pasar bajo el arco de la cocina barcelonesa, saber que platos como el bacalao a la plancha tienen paternidad («se me ocurrió hace 22 o 25 años en una clínica de adelgazamiento»), que Ferran Adrià se inspiró en las verduras a la plancha para su parrillada vegetal de aquel Bulli de finales de los 80 o que el surtido de bacalaos (llauna, samfaina y gratinado con allioli) fue una estratagema de hace tres décadas para dar gusto a los viajantes indecisos. Por si alguien no se ha dado cuenta, el bacalao es la especialidad de la casa. Y el tiempo. Un tiempo que merece premios, cariño.


Recojo al final de la crónica la otra actividad del anfitrión. Es mago. Sí, es mago y de los buenos. Embelesa con las cartas como con el bacalao, laminillas de baraja blanca. Deja a los niños con la boca abierta, y a los mayores. «Así, seguro que comen».





El surtido de bacalaos. Foto: Ferran Nadeu.





En memoria de Lluís Feliu (1956-2013). Jugador de póquer

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La segunda necrológica, también en forma de crónica de restaurante. Corresponde a una vista de marzo del 2009. Lluís Feliu murió en Navidad. El bazar de Alepo tampoco existe.




Josep Maria (izquierda) y Lluís Feliu, en el 2009. Foto: Joan Castro.





Jugador de póquer



Gamba, crema de arroz con especias y tomate confitado.

Lluís Feliu planta la cabeza de la gamba –monumento, ídolo, estatuilla roja– junto a la gramínea aromatizada, casi líquida. Los jugos del crustáceo van cayendo, goteando, mezclándose con la salsa blanca, embarrándola. ¿Qué es? ¿Una fantasía asiática, el perfume del bazar de Alepo? ¿Un risotto en su versión ultramantecosa? Qué más da. Un platazo. Una manera sutil de aliñar y enriquecer. La evolución de un arrocito marinero.

Lluís está en racha. Tiene muchos platos que son ases.
L’Aliança, el viejo casino de Anglès. En otros tiempos festivos y con hombreras, tal vez los 80, algún joven de Girona encontró cobijo bajo la mesa de billar tras la agitación del baile.
La familia Feliu se hizo cargo del edificio en 1952, cuando estaba en ruinas. Fundado en 1919, local social de los payeses, L’Aliança había representado el poder agrario.

Cartas con los bordes abiertos, humo de caliqueño, sequía y pedrisco, conversaciones preocupadas. Siempre se cocinó. Roza hoy la excelencia.

Temerarios, los hermanos Feliu, Lluís y Josep Maria (que se ocupa de la sala), decidieron explorar la resbaladiza vía de la cocina vanguardista. Si es un camino peligroso en Barcelona, ¿cómo no va a serlo en Anglès y sus calles estrechas?
En el 2000, Lluís presentó un plato que solo en el 2009 ha sido entendido: lubina con roquefort y laurel. ¡Toma ya! El navegante que cruza el Atlántico en solitario es intrépido pero el que mezcla un lácteo potente con un pescado tiene más agallas que el capitán Acab. “Seguía la filosofía del jugador de póquer. Apostar sin tener nada. Asustar al otro”. Lluís recurre a la metáfora porque heredó el casino y le agradan las cartas y el riesgo.
Sin querer, la cocina de Lluís ha ido impregnándose del ambiente lento, denso y expectante de las timbas. 

Los licores, por ejemplo, que manchan los fondos de casi todas las preparaciones.
El micuit con Marie Brizard.
El minicalamar con vermut Perucchi y agua de algas.
Perdiz escabechada con aceituna y absenta.
“Soy amante del vermut y de la licorería”.
Y el color. Este autodidacta pinta los platos con optimismo y visión geométrica. Hermoso y buenísimo el cochinillo con naranja salpicado de cacao (¡con Cointreau!). Expositivo y limpio, divulgativo, el Pop gros, pop petit, xocolata i bitter.

Nostálgico aquel arroz con azafrán y espardenyes de 1996, que inspiró a otros cocineros. De repente, la década de los 90, cuando éramos inocentes en lo gastronómico.

Complejo el guisado de caracoles reconvertido en terrina. Y goloso y amargo el chocolate, café y haba tonka.
Lluís apuesta y gana porque hay algo. Siempre hubo algo.




Ricard Camarena en {10 ideas / 10 fotos}

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{10 fotos}
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1.

2. Anchoa valenciana, calçot, trufa negra y mantequilla salada.



3. Tartar de atún de almadraba con brócoli al dente y sopa fría de tomate asado.



4. Guisantes del Maresme con encurtido de perifollo.



5. Menestra templada de espárragos.



6. Arroz margherita.



7. Parpatana de atún de almadraba, habitas, infusión de pimientos y algas.



8. Presa ibérica de bellota en adobo, puerros asados y bonito seco.



9. La gran mesa comunal.



10. Calabaza asada, yogur y jengibre.




+ 1 




                                                               
                                                             {10 ideas}


1. La habitación está cerrada. El aire tiene cuerpo, notas sus costados. Alguien abre una ventana y agradeces en el cogote el aire fresco, limpio, recién hecho. Eso es un plato de Ricard Camarena.


2."Hace años, la gente tenía miedo del ácido y, ahora, del amargo". Ricard es ácido y conecta con la acidez del valenciano. Probablemente sea el primero en reflexionar sobre la identidad gastronómica valenciana, desde una valencianidad socarrona y socarrada. La decantación de millones de naranjas han hecho de ese pueblo una acidez ambulante. Ácido. ¿Acaso fue casual que existiera la ruta del bakalao?


3."El amargo aporta matices importantes. Es un potenciador de sabor". En cocina, lo amargo no es un atributo de la amargura. Porque con amargura no se puede cocinar.


4."Olvidemos los platos icónicos". Y, sin querer, le salen. El arroz margherita, por ejemplo. Mari Carmen Bañuls, directora del restaurante y pareja de Ricard, cuenta que este arroz que se soñó pizza fue pensado para un acto en Milán ante la imposibilidad de presentar un risotto. Desparpajo y arrojo, algo de inconsciencia, kilos de reflexión. ¿Describo el arroz o a Ricard?


5. Lo húmedo. Una cocina húmeda. Una cocina sobre palafitos. Sopas, caldos, emulsiones, licuados, jugos. Ríos, lagos, mares interiores, deltas. Muchos platos sobre base acuosa como si estuviéramos ante el líquido primigenio. Ayuda a integrar y a redondear, a pacificar sólidos.


6."Tener el restaurante es importante porque marca la calidad de los otros". Se refiere al Canalla Bistró, enganchado a la gran casa, y al Central Bar en el Mercat Central de València, incluso a la asesoría de Ramses, en Madrid. El Canalla Bistró es también un desacomplejador, esa cocina valenciana-que-ha-viajado con tics o maletas contemporáneas (kimchi, nem, taco, kabab). Y no solo se alimenta de Ricard Camarena Restaurante, sino que lo alimenta. Es la coartada para la entrada de lo popular/tendencioso.


7. "Hay más diferencia entre una verdura y otra que entre un pescado y otro". Un regreso a la Tierra: somos los humanos en el Planeta de los Simios. Lo que crece y lo que se cultiva por delante de lo que se cría, se caza o se pesca. Lo humilde es excelso o en el cacahuete está la respuesta.


8. Una mesa común de madera, nudosa, imperfecta. Sentir el árbol. La cocina imperfecta es más atractiva que la perfecta, sospechosa como una portada de musculito de Men's Health. Alta cocina sin servidumbre ni clasismo. Comer en comunidad y atendido por Mari Carmen y el sumiller David Rabasa. Una copita de amontilaldo fino El Tresillo para estar bien sentado.


9."Me gusta salir a la sala y explicar". Cocina abierta, chef abierto. 


10. "Los elementos ocultos acaban de redondear el plato. No tienes que saber el porqué". Platos con corazón. En el interior del brócoli palpita el tarantello de atún. Quedarse en lo superficial y aparente es un error. Ricard toca la trompeta: el instrumento brilla pero lo importante son las notas.








En memoria de José Kao Tze Chien (1925-2013). Historia de un pato

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No habrá más necrológicas. Es la tercera, tras las de Joan Llobet y Lluís Feliu. La última está dedicada al patriarca de la familia Kao, fallecido en diciembre. Como Llobet, José Kao Tze Chien es otro personaje secreto de Barcelona, constructor del imaginario gastronómico de la ciudad.

El primer cocinero chino de la ciudad.
El primer cocinero del primer restaurante chino de la ciudad.

La crónica sobre los Kao y un pato fue escrita en en mayo del 2006.

El más celebre de los chefs muertos en el 2013, con fama mundial, fue Charlie Trotter: le dediqué uno de los capítulos de La Cocina de los Valientes, titulado Una cena de 5.000 dólares.





Lluís Kao, José Kao y Josep Maria Kao.
Sentada, María Kao, en 2008. Foto: Albert Bertran.





Historia de un pato



"Mis padres comen cada día en el restaurante. Para los chinos, el negocio es el centro de la familia. Es donde se hace la vida".

La casa, la familia, la comida compartida. Habla Josep Maria Kao de la familia.
Habla Kao de los padres, José y María (eligieron un nombre castellano para dar facilidades al interlocutor).
Habla Kao de los siete hermanos y de su mujer, Mercedes.
Habla Kao (Barcelona, 1962) del pato Pekín.
Unos y otros son la base o fundamento del Shanghai, restaurante de referencia. Un monumento gastronómico sobre cientos de huesecillos de ave.
   


Primero el padre, José Kao, nacido en Sandong (norte de China), llegó a Barcelona desde Taiwán a final de los 50 para cocinar en el Gran Dragón, primer chino de la ciudad, antecesor de los cientos de chinos felices y desgraciados que abrieron a continuación. José Kao creó después el Pekín y, a mediados de los 70, el Shanghái. El pato siempre fue con él.

El pato al estilo de Pekín fue un privilegio de mandarines --aquellos hombres de movimientos silenciosos, quimonos de seda y coleta fiera-- y esa prerrogativa está hoy a nuestro plebeyo alcance.


Patos laqueados hay muchos. Algunos de escayola. Otros, de estucado. Pocos patos como el del Shanghái. Josep Maria Kao ha heredado del padre ese arte de lo aéreo.


A mediados de los 80 entró Josep Maria en el Shanghái y, como es lógico en alguien nacido y educado en Catalunya, fue empapando la carta oriental con el Mediterráneo.
Eso es lo que flota en el restaurante: la armonía entre el sol naciente y el poniente.
"Cocina china de calidad con productos de aquí", resume Kao.

Jamón con lichi, nem vietnamita (rollito, hoja de menta, hoja de lechuga), empanadillas de ternera con calabacín, cangrejo real con sésamo y jengibre; fideos de pasta fresca, verduritas y aceite de trufa; espinacas frescas salteadas con ajo y vino de arroz; vieiras, tirabeques y rossinyols.

Entras en el Shanghái y la decoración es de chino elegante --columnas, cuadros, estatuillas--, pero te sientas y es entonces cuando la desconfianza salta fragmentada en astillas. Las copas de vino y agua son Riedel y las sirve Lluís Kao, sumiller inesperado. Una carta sensacional.


Y el pato, por fin, que Josep Maria ha estado trabajando durante horas para que la piel sea una golosina crocante y la carne a la vez tersa y jugosa.

Si veis a Kao con cuchillo no lo desafiéis: corta al volátil con gracia de espadachín.
Digno y milenario final para el ave.
Un montón de huesecillos como homenaje.




El restaurante de la semana: Chen Ji

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            Chen Ji
Ali Bei, 65. Barcelona.
T: 93.247.68.31.
            Precio: 10 €.



El  ¡cuac! del pato Pekín



En los últimos meses he frecuentado este restaurante de Chinya, del Nuevo Barrio Chino de Barcelona, en las cercanías del Arc de Triomf, ya arco de todas nuestras derrotas. Los conocedores le han puesto subtítulos halagüeños: chino para chinos, chino auténtico, chino que no parece chino.

Los suscribo, aunque no sabría decir cuál es el grado de autenticidad: bajo, mediano o alto, porque comunicarse es más difícil que atrapar fideos traslúcidos con los palillos. Malditos fideos, resbaladizos y esparcidores de manchas.

Chen Ji es grande, dos plantas siempre repletas, comensales que entran y salen, mesas calientes.

Los clientes chinos son veloces; entre soplidos, se meten un bol con sopa, fideos y costillas de cerdo ardiente como el abrazo de la Antorcha Humana o eligen, a ¡5,50 euros! la bandeja del bufet, completa, con varios compartimentos.

Los clientes occidentales se dividen entre estudiantes, que también aspiran esas urgencias a bajísimo precio, o comensales que exploran la carta con 162 entradas.

El rollito de primavera no es una de ellas, ni el arroz tres delicias. Esas especialidades han sido desterradas de estas páginas encuadernadas con tapas de imitación de piel.

En las paredes, ningún farolillo, dragón llameante o molduras rojas. El aspecto es el de otro bar atropellado y sin interés.

En las mesas, botes de soja de un litro y ¡pañuelos del Mercadona! en lugar de servilletas. Nada de lo escrito hasta aquí parece apetecible.

He ido con amigos desconfiados, a los que el entorno ha erizado la piel hasta que se han metido en la boca los guo tie (empanadillas tostadas por una cara) y han llorado de alegría con la factura (nueve piezas, 3,50 euros).

Varias recomendaciones para los que se adentren en el antro.
Mejor ser varios porque las raciones son tamaño Homer Simpson.
Compartir es un placer y una necesidad.
Jamás hay que desesperarse si la cara del camarero es menos expresiva que la piel de un tambor.
En este ámbito, el extranjero eres tú.
Durante un tiempo hubo un sudamericano, lo que facilitaba el diálogo, pero ha desaparecido.
Sé atrevido: un mundo de vísceras se abre ante ti, aunque me disgustaron los intestinos crujientes porque cerdeaban.

Pasado el susto de la casquería, vayamos a por un combinado ganador. Los tallarines hechos a mano (superiores a los del vecino Kaixuan), las bolas de masa rellenas (xiao long bao, bastas pero ricas) y las ancas de rana rebozadas (mejorables).

Dejo para el remate lo mejor, el plato más caro, a 12,50 euros: el pato Pekín. Estoy en condiciones de escribir que es uno de los mejores de la ciudad. Incrédulos, es así.
Al menos se necesitan dos bocas para dar fin al ánade.
Las obleas, finas, calientes.
La salsa hoisin, la cebolleta, el pepino, los encurtidos.
Y el pato, la piel cruuujiente.
Lo he comido cada vez y cada vez me ha desconcertado la calidad. ¿Cómo es posible?

Contoneándote como un pato cebado, sales de Chen Ji preguntándote por qué es barato, por qué es bueno y por qué abren desde el desayuno hasta la medianoche. La única respuesta es: ¡cuac!





PICA-PICA
Atención: a la cantidad de platos, leer con paciencia.
Recomendable para: los que quieran una experiencia china menos occidentalizada.
Que huyan: los que necesitan servilletas de algodón.







Más restaurantes en:



            http://rdp.elperiodico.com/


Resurrección {o algo que se parece a un pronóstico para 2014}

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Cada año, dedicamos la primera portada de Dominical a pronosticar/agendar Lo Que Viene.
Dos páginas para la gastronomía, publicadas el 5 de enero, en las que apunto entre risas y veras qué puede suceder, que es una extensión de lo que ya sucede.














RESURRECCIÓN





O REUTILIZACIÓN. O RECICLAJE, ESA PALABRA CON SARAMPIÓN QUE PICA POR EL ABUSO. VIEJOS ICONOS REVISITADOS Y REVIVIDOS. LA NUEVA ERA LLEVA EL PREFIJO ‘RE’, MÁS DE REPETICIÓN QUE DE REVOLUCIÓN




Empaquetar
Según el país y la forma, dim sum, wonton, gyoza, dumpling, jaozi, momo, shumai, xiao long bao, guo tie, mandu. Ese paquetito misterioso que oculta un puñetazo de sabor, o las sobras. Los pequeños bocados van a dar grandes mordiscos. Cocina callejera, a cubierto.
{Googlear Dos Palillos, Pakta, StreetXO, Tse Yang, Sudestada}  


‘Antiaging’
El rejuvenecimiento de dulces clavados en nuestra memoria y estómago, grasa y azúcar. Antiaging para donuts y churros. El churro puede ser bello, salado y ¿ligero?
{Googlear Chök, Comaxurros}



Chucho
En temporadas anteriores fueron repensados los bocatas, y hasta el de calamares pasó por el aro. Ahora sacuden lo que Anteriormente Se Llamó Frankfurt. De la salchicha resbaladiza a la butifarra. Sacan el perro a pasear chefs con renombre y empresarios sin correa.
{Googlear Albert Adrià, Carles Abellan, Dani García, Perrito Faldero, Hotdoks, Butifarring, Butipà}


Tuétano
Como Nuevos Primitivos, volvemos a la cocina neandertal: sorber la médula, más por placer que por necesidad. Cuanto más antiguo, más nuevo. Tuétanos, insectos, fermentaciones. El de Ángel León es un juego: dentro del hueso de vaca, atún de almadraba.
{Googlear Aponiente, Punto Mx, Casa Paloma, Bohèmic, Miramar, Dos Palillos, St. John}



ALGUNAS IDEAS A TENER EN CUENTA (1)

*La suave pujanza de los vinos de Jerez.
*La renovación de la cocina mexicana.
*El freno de la legislación española a las camionetas gastro (de momento, aparcadas en actos, ferias, conciertos).
*La pimienta rosa vuelve (¡achús!).
*Encurtidos, fermentados, técnicas milenarias a la última.
*No todo va a ser vermut.
*Cartas clónicas japoperuanomexicanas.




Naturalismo
El vino natural desnuda impostores. Si tierra y clima son adecuados y el viticultor no tiene manos de topo, ¿para qué añadir porquerías?
{Googlear Bodegas Vetas, Vinos del Cámbrico, Alta Alella, Laureano Serres}




Huevo
Es más versátil que un gimnasta olímpico empleado por el Cirque du Soleil como acróbata. ¡Imaginación! El restaurante L’Eggs demuestra que existe un nuevo cacareo. Abramos la mente y las yemas.
{Googlear Paco Pérez, Senén González, Jordi Vilà, Les Truites}



Abejas
Primero fueron los germinados en las encimeras, después las macetas en el balcón, siguió el huerto urbano. En Nueva York, las colmenas ocupan, con permiso municipal, los tejados. Zumban los taxis amarillos y las abejas. Pronto criarán gallinas en los rellanos.
{Googlear NYC-bees}


PALABRAS QUE PESAN
AUTENTICIDAD, PERSONALIDAD, REFLEXIÓN, ORIGINALIDAD, SOSTENIBILIDAD, ALTERNATIVO, ACCIÓN, COMPROMISO



Insectos
En Francia los proponen como  aperitivo crujiente. ¡Cuidado, patata frita! En Sudamérica y el sudeste asiático, siempre el sur, saltan al plato cuando te descuidas.
{Googlear Enrique Olvera, Alex Atala, Jimini’s}


Revistas
Pueden confundir al gastrónomo clásico. Han crecido sobre la tumba del magazine Gourmet. Publicaciones de diseñadores, les agrada el feísmo y la pasta, también en las gafas. Cocina de mamá con calentadores o Mirá Qué Llevo en el Táper.
{Googlear Fuet, Vermouth, Fricote, Lucky Peach}


Invítame a comer
Del couchsurfing (sofasurfing o dormir en el sofá de un desconocido) a la mesasurfing. El mismo sistema pero sentado: apuntarse, viajar y comer en casa de extraños. Otra manera de ver mundo y sorber fideos. Unos son gratis; otros, no.
{Googlear Meal Sharing, Eat With, Cookflat}






ALGUNAS IDEAS A TENER EN CUENTA (y 2)

*La llama se apaga: restaurantes sin cocina.
*La nueva informalidad (chiringuitos, merenderos, quioscos).
*Restaurantes de quita y pon (eso que llaman pop-up).
*El Celler de Can Roca cierra en verano y hace las maletas hacia Sudamérica.
*Los chefs nacidos en realities de la tele, ¿tendrán categoría de superchefs o de advenedizos?
*Los comedores sociales: ninguna boca sin sustento.
*Hola, botellas de aceite no rellenables para restauración. Adiós, aceites rancios.







Estrategias de vuelo / Una visión de la cocina latinoamericana

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La portada de Dominical del 20 de diciembre fue para Christian Escribà, que posó con un tarta de nata en la cara. Aprovechamos para dar tartazos a gente y situaciones del 2013. Las últimas páginas de la revista, con portadilla propia, estuvieron dedicadas a Latinoamérica. Mujeres poderosas, artistas, escritores y cocineros y cocineras. Titulé ese apartado Estrategias de vuelo.










Pía León y Virgilio Martínez.

Rodolfo Guzmán.

Juan Manuel Barrientos.

Helena Rizzo y Dani Redondo.

Jorge Vallejo.









Estrategias de vuelo




La revolución de la cocina latinoamericana ni es silenciosa ni discreta, sino ruidosa y a la vista, festiva, inclusiva y maraquera.

Vista desde Europa y con prismáticos de oteador de pájaros, resulta imposible comprender cómo gente alejada por miles de kilómetros tiene tanto en común y comparte alas y colores y estrategias de vuelo.

Pensar en alianzas entre alemanes e italianos, por ejemplo, es tan improbable como una cita cómplice entre Merkel y Berlusconi. Solo el ñoqui puede reunir patata y sensualidad.

Hablar el mismo idioma ayuda (Brasil mediante), pero todavía más las ganas de cooperar.
Existen en el continente corrientes subterráneas por donde navegan las afinidades: probablemente la más importante sea la voluntad de existir, de crear una identidad a la vez individual y compartida.

Algunos sabios discurrieron que la gastronomía era una forma amable y sabrosa de propaganda, puesto que cuando te metes un país dentro del cuerpo no hay manera de sacarlo.

Los tres líderes son México (Enrique Olvera), Perú (Gastón Acurio) y Brasil (Alex Atala).

¿Qué aporta Latinoamérica a la geogastronomía?
Estas son las estrategias de vuelo.



LA NATURALEZA DESBORDADA.
El Amazonas y otras selvas menores, los Andes y otras montañas menores, la Patagonia y otras desolaciones menores.

Son paisajes contundentes, gigantescos, apoteósicos, irradiadores, de los que se nutren varias naciones. Es como si los mayores mercados de comestibles del mundo dispusieran de accesos situados en puntos distantes. Entre por Brasil, entre por Perú, entre por Colombia, entre por Venezuela.

De las estanterías de la inmensidad amazónica, con largos y atiborrados pasillos donde madura la mandioca brava y el guiso de piraña, a las mesas de Alex Atala (DOM, Sao Paulo) y a las de Pedro Miguel Schiaffino (Malabar, Lima).

Hay tantos Amazonas como cocineros: cada uno comprende a su manera el milagro común.



UNA COCINA POPULAR HIPEREXPRESIVA.
Sobre esa base se levantan pirámides: alimenticias, culturales, colectivas. Enrique Olvera(Pujol, México DF) piensa en el círculo y en el mole madre, al que engorda como a un nuevo dios, concebido a partir de un recetario tradicional denso y extenso, especiado, en el que las raíces beben del subsuelo prehispánico.

Virgilio Martínez y Pía León (Central, Lima) también dibujan esa línea continua, con tramos de línea discontinua, entre la acidez del pasado y la del presente.



PLATOS REPRESENTATIVOS Y ASIMILABLES.
El cebiche, el tiradito, los aguachiles, los tacos, las arepas. Se entienden y son exportables, reproducibles en hogares lejanos.

Lo que consiguieron los japoneses a partir de los 80 con el sushi, la construcción y amasamiento de un icono global, ilusionador de paladares abúlicos, lo logran esos pescados crudos espoleados con lima.

¿Por qué? Porque el mensaje es claro: salud, sabor, diversión, color, ligereza.

Un chorro de luz en el invierno europeo, donde bostezan todos los tonos del gris.

Y los tacos, primos hermanos de las masas transportables, alfombras sobre la que colocar cualquier cosa antes de enrollar. Comida callejera para tiempos pobres y urgentes.



EL COMPROMISO SOCIAL.
En eso, Gastón Acurio (con Diego Muñoz, Astrid y Gastón, Lima) ha sido un adelantado, dando sentido final a la cocina de autor, siempre cargada con el prejuicio de lo exclusivo.
Además de impulsor de la escuela Pachacutec, donde dan formación a jóvenes excluidos, es el desenterrador del orgullo campesino, oculto durante siglos junto a las patatas.

Los cultivadores de los Andes han bajado de las montañas para ser agasajados por los cocineros y sus productos, envueltos en papeles brillantes para alejar la idea triste de la subsistencia.

Ya no es posible pensar en la vanguardia si sus beneficios no se extienden a las capas más finas y quebradizas de la sociedad. Las escuelas de hostelería se multiplican como mazorcas de maíz. 



EL ACUERDO ENTRE LO VIEJO Y LO NUEVO.
El mestizaje, la mezcla, forma parte del continente desde hace 500 años. Y sigue el contagio: con naturalidad, los cocineros vanguardistas han adoptado, y adaptado, ideas y técnicas tecnoemocionales a su imaginería. Y sin perder libertad, porque tanto esos conceptos como los procedimientos son blancos, no requieren de sumisión ni entrega.

La cocina al vacío no entiende de ideología, aunque todas las cocinas sean políticas. Helena Rizzo y Dani Redondo (Maní, Sao Paulo) se conocieron y prosperaron –Dani era jefe de cocina– en El Celler de Can Roca. Jaime Pesaque (Mayta, Lima) también se sumergió en las cubetas del Roner en el mismo restaurante.

Rodolfo Guzmán (Boragó, Santiago de Chile) comprendió el valor de las hierbas en Mugaritz y ha destilado su propio estilo. Y, como la niebla, impregnándolo todo, el recuerdo de El Bulli en muchos rincones.

Reúne todas las herencias Carlos García (Alto, Caracas), más la propia. En una capital tan desabastecida como la de Venezuela es un milagro que cumpla los servicios, y de qué manera.



CLARIDAD EN EL LIDERAZGO.
En cada país hay un líder, lo que facilita la visualización y la comprensión. Y, junto a él, cocineros y cocineras con más músculo que Schwarzenegger.

A los nombres citados de primeros cuchillos hay que sumar relevancias: Jorge Vallejo (Quintonil, México DF), Edgar Núnez (Sud 777, México DF), Daniel Ovadía  (Paxia, México DF), Bruno OteizaMikel Alonso y Gerard Bellver (Biko, México DF), Arturo Fernández (Raíz, México DF), Jair Téllez (Merotoro, México DF), Roberta Sudbrack (Roberta Sudbrack, Río de Janeiro), Rodrigo Oliveira (Mocotó, Sao Paulo), Thiago y Felipe Castanho (Remanso do Bosque, Belém) y Juan Manuel Barrientos (El Cielo, Bogotá).

Para unificar, como argamasa y también como excusa, la lista de Latin America’s 50 Best, a la manera de la contabilidad mundial de The World’s 50 Best, que por primera vez se ha votado este 2013.
¿La sorpresa? Que hubiese ¡15! restaurantes argentinos entre los 50, el país con más ganadores, potencia número uno según los jueces. El primero es Germán Martitegui (Tegui, Buenos Aires).



EL PRODUCTO EXTREMO.
Repetir que selvas, montañas y planicies están preñadas de biodiversidad a la que clavar el tenedor.

Sobre armaduras de queratina, los insectos transportan la cocina del futuro desde tiempos remotos. Es una oferta difícil de vender, pero que recoge todos los requerimientos de la modernidad: alimenticia, sin grasas, saludable, sostenible, excitante, provocadora.

Requisito aplicable al pez león que ha colonizado las costas caribeñas, devorando a los pececillos nativos, y al que Jorge Rausch (Criterión, Bogotá) propone dar caza y cocinar sin la melena tóxica.

El hombre, el mayor de los depredadores, es plaga y puede consumir plaga.






Cena con Montalbán (o). Un encuentro con Camilleri y Montalbán hace 15 años

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Durante algunos años escribí una crónica diaria, una crónica urbana, en El Periódico de Catalunya, que titulé con vocación cívica y andarina como Paso de peatones. Recupero esta para celebrar el premio Pepe Carvalho al escritor siciliano Andrea Camilleri, de 89 años, que vencerá la vejez para viajar a Barcelona en febrero. El día 6, en el acto más emotivo, y es posible que irónico, de la BCN Negra (del 30 de enero al 8 de febrero), Camilleri y Vázquez Montalbán volverán a encontrarse.

En febrero de 1999, hace 15 años, los dos amigos cenaron juntos en Barcelona. Esta es la crónica de aquella velada, de la que fui comensal, con otros periodistas, y discreto testigo.





Andrea Camilleri y Manuel Vázquez Montalbán en Barcelona en febrero de 1999.
Foto: Joan Cortadellas






Una cena con Montalbán (o)




El miércoles, a la hora de la cena, el escritor Andrea Camilleri se sentía como un fardo, tal vez como un bulto noble, hecho más de seda que de saco, pero fardo al fin y al cabo. Pesado, cansino, de lento movimiento

Lo que le sucedía a este vigoroso anciano era digno del análisis de un sociólogo o de un crítico de tele, que viene a ser el mismo oficio de mirón, pero adaptado a estos días de técnica, bizqueo y sofá.

Andrea Camilleri (AC), 73 años, siciliano, guionista, director de teatro. Y ahora, repentina, extraña, rutilante estrella de la novela.

En los anales de la modernidad, ese telegrama urgente, estaba perfectamente documentada la imparable ascensión de cualquier joven al Olimpo de la Croqueta, así que lo que de verdad producía admiración era que un hombre patriarcal estuviese viviendo la misma experiencia chispeante.

AC merecía el éxito (y sus dulces incomodidades), pero era triste que el reconocimiento le hubiese llegado tan tarde. No era que AC se mostrase apesarado por el retraso, al contrario, parecía feliz y adaptado como un chaval a este protocolo, sólo que su cuerpo de estibador maduro habría agradecido los trotes con una edad más liviana.

Y ahora cumplía su último compromiso, tras un par de días de sentirse un híbrido entre el Papa y Mick Jagger, dos especialistas en liturgias de masas.

La última comparecencia era en compañía de Manuel Vázquez Montalbán (MVM) y sus editores españoles (Destino, Emecé y Edicions 62), en una especie de fin de fiesta, que, visto el agotamiento de los dos principales invitados, parecía un acto de fin de milenio.

MVM acababa de llegar derrengado de México, donde había sentido el cálido aliento de la selva Lacandona y del subcomandante Marcos, por lo que tomaba la forma de una terracota precolombina.

AC había bautizado a su más logrado personaje literario como Montalbano para honrar a Montalbán.
Entre AC y MVM existía el mismo número de sutilezas que entre el comisario Salvo Montalbano y el detective Pepe Carvalho: eran de izquierdas pero con distinto tono, eran buenos pero con distintas benevolencias, eran cultos pero con distinta cultura, eran gastrónomos pero con distinta exageración. Más que parecidos eran afines, así que ambos irradiaban un calor de guarida.

A pesar del reventadero promocional, AC fumaba con pasión adolescente y hablaba sin parar. Tenía voz de hebra, negra y picante. Comía con un hambre elemental y entre cigarrillo y cigarrillo narraba historias que recordaban a la aulaga, planta bella y dolorosa, con púas y flores amarillas.

No se sabía qué era cierto y qué inventado, así que cuando explicó la siguiente fábula, los comensales se preguntaban si era pura o forjada.

Cayó un lienzo al Mediterráneo, un mar oleoso.
Un avión halló el cuadro flotante en perfecto estado, tal vez por la excelencia de su barniz.
La marina está colgada en tierra firme, en el Museo del Prado.

MVM también tenía cuentos, pero los suyos eran tan auténticos que dolían. En el fondo de sus ojos estaba la máscara de Marcos.

MVM le había llevado cuatro kilos de chorizo, turrones y un jamón envasado al vacío, como una especie de ángel ultramarino de la paz y la revolución entre los hombres de buena voluntad.

El maestro MVM estaba impresionado. "Marcos tiene un pensamiento nuevo, alejado de la ideología tradicional y del vocabulario marxista. Me pareció sólido, íntegro y profundo". ¿Su destino es el de diputado integrado en el sistema o el de mártir acribillado? "De escritor".

Allí estaban AC y MVM con unas vidas plenas y, por tanto, llenas de acumulaciones. La promesa blanca de una cama sobrevolaba esas calvas tan fértiles. Uno era el escritor más leído de Italia, a punto de una gira rocanrolera por Francia y Alemania. El otro, el escritor en su estado más puro.

Montalbano. Montalbán. Sólo se diferenciaban por una o, una letra pletórica y bien alimentada que no sabía de dietas.




El restaurante de la semana: Buc

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Buc
Plaça 14 d’Abril, 9B. Sant Quirze del Vallès.
T: 93.721.41.97.
Precio medio (sin bebida): 25 €.
Menú mediodía: 15,50 €.




La simiente de la cocina maja




Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos (copyright, Charles Dickens).

La Generación Audaz, de la que he escrito alguna otra vez, es el grupo de cocineros más capacitado de la historia reciente y también el que tiene ante los morros un precipicio, una cuerda y un árbol. A ver quién es el guapo que cruza.

Formados en restaurantes con más estrellas que en un planetario, se asocian o se enamoran y en parejas abren establecimientos, que diseminan por el territorio la simiente de la cocina maja. ¿Problema? Que no hay clientes para todos. Tan buenos restaurantes y tan contados comensales.

Esa es la historia, en versión estrecha, de Albert Mas y Sandra Molins, que en junio del 2012 dieron un bocado a Buc en Sant Quirze del Vallès, en un barrio bien comunicado, frente a los Ferrocarrils de la Generalitat, de nueva construcción y aún por terminar.

La idea basal  es también aplicable a la cocina de Albert, en edificación. ¿Qué pinta el pollo yakitori en la oferta? Este no es un restaurante japonés por lo que sugiero a Albert una apropiación, llevarlo a su mundo, pervertir el pincho. ¿Por qué no un pollo yakitori con ratafía, por decir algo? ¿De qué otra manera los dados de atún marinado pueden ser redefinidos?

Entre paredes verdes, dos columnas árboles de madera cobijan a los comensales, atendidos por Sandra y Jaume García.

La carta de vinos es una hoja caída, a la que le falta espesura, más vinos descarados, ligeros y a precios joviales, en conexión con la carta comestible. Elijo Blau del Montsant, por descarte y porque está bueno.

Con inteligencia y para facilitar el compartir, permiten comer el plato entero o un platito y disponen de menú infantil (10 €). Eso es pensar en los clientes y sus necesidades.

Entre otros aristochefs, Albert se formó con Jordi Vilà, chef en moto, el motochef, y su cocina de aparente sencillez y culebreo gustativo. “Es de quien más he aprendido, me interesa mucho cómo combina los ingredientes”.
En la arboleda, elijo las mejores hojas: los langostinos rebozados con corteza de cerdo (mar y montañita), los rollitos de sobrasada con queso y membrillo (sobrados de contundencia), las croquetas redondas y los oreos (pasta filo) de brandada de bacalao con olivada (buenos, aunque deberían ser más pequeños para facilitar la ingesta).

Pasan con nota los entrantes y la sube con el meloso de ternera “cocinado tres horas de forma tradicional” tras una marinada con vinos y licores. Bueno, bueno, así como los otros compañeros de granja, Els Tres Porquets, peu crujiente, presa y papada. Un chute de colágeno que ni Nicole Kidman. Los raviolis de piña con coco ayudan a la ganadería a circular.

Buc es Guau (gastronómico, ufano, asequible, útil), otro punto luminoso en el mapa catalán, que va poblándose de direcciones merecedores de parada y avituallamiento. En una crónica sobre Wall 57, en Valldoreix, sugerí a los capitostes de los Ferrocatas una guía de restaurantes guau a los que arribar en tren. El convoy suma vagones. 





PICA-PICA
Atención: a lo luminoso del espacio y las columnas árboles.
Recomendable para: los pesquisadores de restaurantes ‘guau’.
Que huyan: los que creen que más allá de Barcelona está el fin del mundo.






Más restaurantes en:



            http://rdp.elperiodico.com/







El mejor frankfurt de Barcelona

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Así lo anuncian en la carta de Pepa Tomate

el mejor frankfurt de Barcelona

es una ironía que no supe entender

tal vez porque era un chiste privado

Si alguien titula con esa rotundidad no es que

vaya a ofrecer el mejor frankfurt de la ciudad

pero sí que sugiere al comensal

que está ante una de las Salchichas de la Gran Liga

"No lo es pero podría serlo"

Aquel pan flojo no aguantó el unto de tomate de bote

queso pasta de rebozado salchicha cebolla guisada

y en lata a parte cebolla crujiente y pepinillo

Mi acompañante me dijo

prefiero los del Viena

frase mortal que antecede a la derrota



Pronto, el reinado rojo de la sangría

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Punta de cuchillo publicada el sábado 18 de enero del 2014 en El Periódico, sección Gourmet's. Dos páginas que acabamos de estrenar y que tendrán su extensión en la web del diario.


No parece que haya un lobby de la sangría en el Parlamento Europeo a la manera de los grupos influyentes que buscan privilegios para las multinacionales de las bebidas carbonatadas.
Así, sorprende y enternece que un eurodiputado valenciano haya conseguido, sin tetrabricks de soborno, que los eurodiputados permitan etiquetar como «sangría» los vinos aromatizados que se producen en España y Portugal. Puestos a legislar, podrían preocuparse por la calidad del vinacho, la fruta, los licores y la adición de ese azúcar refinado que lija los estómagos. Entiendo que lo que se pretende es ganar mercado internacional, una vez enganchados los turistas a las jarras psicodélicas. De regreso a sus países, se descongelan con esas dosis de verano en bote.
La sangría tiene mala fama y cientos de restauradores vivales son los culpables. Es el momento de la regeneración, de devolver al brebaje una dignidad de bebida ligera. Primero fue el gintónic; ahora, el vermut; pronto, el reinado rojo de la sangría.


Ferrantauro en el laberinto

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Este artículo salió publicado el domingo 19 de enero en las páginas de cultura de El Periódico. Acompañaba una detallada noticia sobre la exposición que Ferran Adrià presentará el viernes en el neoyorquino The Drawing Center, el museo único museo de bellas artes de EE UU consagrado en exclusiva al dibujo. Cuelgan las obras que trazaba sobre los menús de El Bulli.

El texto aprovechaba para repasar la agenda: la presentación en Madrid Fusión de la Bullipedia, la exposición en Boston sobre El Bulli (la que estuvo en Barcelona y Londres), la gira por EEUU, Australia y Europa con la editorial Phaidon, el inicio de las obras en cala Montjoi, la apertura de la sede de la Bullipedia en la calle México de Barcelona...






Ferrantauro en el laberinto


Entrar en las oficinas bullinianas de la calle del Carme, en Barcelona, es como meterse en el laberinto de Cnossos, la guarida del Minotauro.

Las paredes están ocultas por cientos de planchas de porexpán clavadas con gráficos, diagramas, tablas de la Bullipedia. Cuando hayan acabado las obras de la calle de México, donde estará la sede de la cocipedia, los lienzos servirán a los estudiosos como guías por el dédalo de lo gastronómico. Sostiene Adrià que, hasta ahora, hemos recibido un conocimiento equivocado.

En el Carme existen dos caminos por los que transitar: los porexpanes de la derecha o los de la izquierda.
Al final habita el Ferrantauro.
No le echen de comer, pero escúchenlo.

En comparación a la suya, la agenda de Obama ocupa pocos folios.
Vuelve, y a lo grande.
Grandilocuente.

Dos centros en cala Montjoi (El Bulli 1846 y El Bullia DNA) y otro en Barcelona (Bullipedia), libros, exposiciones, giras mundiales. Ferrantauro estaba dormido y ha despertado. Y va a embestir.  




No hagan gárgaras con el vino

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Este reportaje fue publicado el 17 de noviembre del 2013 en la revista Dominical, que se reparte con varios diarios. El subtítulo hablaba de la hazaña, con consecuencias físicas: 12 horas de cata con 33 vinos de Roda.




No hagan gárgaras con el vino



Para participar en una cata con 33 tintos hay que estar en mejor forma que un ironman, esos atletas del extremo que concentran sus cuerpos hasta la pasa. Para los triatletas del bebercio, 33 vinos son una cantidad de entrenamiento, aunque los amateurs finalizan la experiencia con la lengua como si la hubiera pisado un mandril.

Un neófito que se deje llevar por el desenfreno y el vicio y prefiera la deglución a la expulsión del líquido será derrotado y abatido. El borracho es la vergüenza de los catadores, la muestra de su debilidad. Había que tener en cuenta ese principio de supervivencia al aceptar la invitación de la bodegas Roda, en Haro, que conmemoraba los 25 años con prescriptores y periodistas de la botella, puntuadores de guías y otros sarmientos del oficio, gente hecha al barro y al cristal.

Agustín Santolaya, el director general, proponía conocer la historia de la casa riojana mirando al fondo de una copa. Encerrados en una sala del restaurante La Vieja Bodega –en Casalarreina, a 6 kilómetros de Haro–, mientras las nubes sobre La Rioja decidían si aguar la fiesta, los entendidos comenzaban una de las varias catas, la mañanera, con el único consuelo de unos picos, esos gurruños de pan que se usan para limpiar la boca y que acaban por ser tomados como aperitivo.

Los que se habían levantado a las seis de la mañana en lugares lejanos temían que el recibimiento en ayunas tuviera consecuencias, aunque todos se comportaron con la corrección de los abstemios.

Tras ser agasajados por Mario Rotllant, dueño de Roda con Carmen Daurella y alérgico a figurar y a ser fotografiado, comenzó la experiencia, que consistía en dar cuenta de las “añadas difíciles”, según la frase de Santolaya, que no pensaba en Dickens. Mesas con manteles blancos, copas con el nombre de lo que iba a ser consumido, los picos como coartada comestible y una veintena de bocas ávidas, algunas en inglés.

Con el Roda I de 1992, la botella con la que inauguraron la bodega, comenzó la sinfonía de ruiditos bucales, gorjeos, ese enjuague que los conocedores hacen antes de escupir. Como acompañante necesario, la escupidera.

Tras pasear el tinto por las mejillas como un colutorio, expectoraban de forma educada sin manchar al vecino. El no iniciado tenía la tentación de hacer gárgaras, lo que sin duda sería tomado como un desacato por los compañeros de mesa.

Los catadores iban alternando las añadas, intentando comprender el alma del vino, que era negra y con voz de Ella Fitzgerald. Los alumnos los imitaban, realizando el mismo centrifugado pero sin comprender por qué. Tampoco era fácil escupir sin que una gota insidiosa colgase de la barbilla.

No era raro ver cómo en algunas pecheras crecían las manchas como setas repentinas.

Uno de los invitados era Ferran Centelles, ex sumiller de El Bulli, divulgador del vino en busca de una palabra que definiera de forma precisa su trabajo, entre emotivo e inquisitivo.
Entendía la cata como una actividad intensa que se expresaba hacia fuera: “Se escupe el 100%. Aunque siempre acabas un poco mareado. Pruebas entre 50 y 80 vinos por día. Y algo, inevitablemente, se cuela”.

Ah, entonces 33 no eran nada. Y, sin embargo, eran muchos para los novatos. Porque se trataba de un producto extraordinario y la tentación de libarlo resultaba mayúsculo. ¿Cómo pasear el contenido por lugares íntimos para después expulsarlos sin retener el placer? Imposible. Disimulando, los copazos se sucedían.
El demonio en una oreja y un ángel en la otra.
“Bebe”.
“No bebas”.



Acabó el prólogo de los “años difíciles”, los de meteorología bíblica, diluvios y heladas, y el maestro de ceremonias dio paso a los placenteros, ya acomodados en el restaurante.

Dejaron para el final de la tanda el Cirsion 2009, carnal y carnoso, con curvas y volúmenes, que merecía silbidos lujuriosos.

El rabo de vaca deshuesado ayudó a torear estos miuras y a soltar la lengua. Relatando experiencias y sinsabores, uno hablaba de un “vino húmedo”. ¿Eing? “Húmedo: sabor que constituye un defecto y que muchas veces está ocasionado por la utilización de barricas en mal estado” (Mauricio Wiesenthal, Diccionario Salvat del Vino).

Otra se desmelenaba con la palabra brett, que causaba gran regocijo. ¿Acaso se refería al barril Brent, otra clase de negrura, maloliente? No. A las brettanomyces, levaduras causantes de sabores desagradables, ratoniles o amoniacales.

El de más allá se compadecía de un bodeguero que iba a ¡chaptalizar! (aumentar el grado alcohólico con azúcar en el mosto) y el grupo aullaba por el anuncio. Descodificar aquello era más difícil que entender la ética de Jorge Javier Vázquez.

Una pausa de dos horas, dos litros de agua mineral para equilibrar y visita a la bodega, con sus correspondientes ¡catas! No había manera de librarse de la amenaza de embriaguez.

Roda está en el barrio de la estación de Haro, que es a la viticultura lo que los Campos Elíseos a la moda: Muga, Cune, R. López de Heredia, La Rioja Alta. Vecinos centenarios, la cepa como árbol genealógico, de la milla de oro. ¿O de la viña de oro?

Últimos días de vendimia, apurando octubre, que había sido benévolo tras unos meses de patos, con más de 800 litros en los campos. De nuevo, un año arduo y confuso, “año de enólogos”, cabeceaban los conocedores, aunque en Roda estaban contentos porque la fruta que les entraba estaba en óptimas condiciones.

Isidro Palacios, director de viticultura, suspiraba tras “la angustia pasada”. “Octubre ha salvado la vendimia”. Uvas pequeñas y concentradas, choque de planetas.
En la mesa de selección, manos femeninas para separar la excelencia de la mediocridad.
En los tinos, un burbujeo cárdeno, ese ruido de la vida cuando explota.

Más degustaciones. De los primeros mostos para intuir cómo sería la cosecha de 2013. Qué difícil. ¿Quién era capaz de leer el futuro en una bebida con sabor a piruleta, fresca, golosa? Solo los Rappel de la enología.

Escupían a lo grande, en un barril, donde soltaban un chorro con espuma. Estilo serpentín o manguera, según corpulencia.

Santolaya, que se definía como “hombre de campo”, talle de aristócrata rural, instruía con las investigaciones que llevaban a cabo para reducir los sulfurosos o los planteles experimentales donde empeltaban soluciones al cambio climático.

El chateo sofisticado seguía por la zona de barricas y acababa en el calado, un túnel de piedra del siglo XIX horadado a mano, ampollas y picapedreros, donde había que hablar a susurros para no despertar a los barriles.

El barrio de la estación de Haro ocultaba una vida subterránea. Las raíces de La Rioja estaban a la vista.



El gong finaL fue la cena preparada por los hermanos Echaprestro, el cocinero Ignacio y el sumiller Carlos, de Venta Moncalvillo, con el mérito de una estrella Michelin en Daroca, con 30 habitantes. El pueblo entero cabía en el comedor.

Ignacio, un ganador que de adolescente había luchado a muerte con la enfermedad, tenía la sonrisa del que piensa para adentro: la extraordinaria lengua de ternera ahumada hablaba por él, así como el pichón en dos cocciones, que tenía la elocuencia del que vuela
alto.

Otra dosis masiva de Roda I y II y de Cirsion, incluido uno de coleccionista, el de 2012, solo 2.000 botellas para etiquetar el 25º aniversario.

La última frase de Santolaya tenía manecillas: “El vino es una forma dinámica de embotellar el tiempo”.

Cada uno cargaba con 33 relojes.




Zumo para analfabetos

Pata negra era un grupo

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'Punta de cuchillo' publicada el sábado 26 de enero del 2014 en El Periódico, sección 'Gourmet's'. Dos páginas que acabamos de estrenar y que tienen su extensión en la web del diario.

http://www.elperiodico.com/es/gourmets/


He leído mientras picaba unas bellotas el Real Decreto 4/2014 que regula el etiquetaje del jamón ibérico, 16 páginas menos seductoras que una sauna con el ministro. Es tan áspero el texto que al terminar casi me convierto en vegetariano.

El objetivo era regular un sector con más trampas que el chaqué de un mago y lo que les ha salido a los legisladores es otra invitación a las arenas movedizas.

En la página 1.575 se recoge un término oscuro, pata negra, que los especialistas desaconsejan porque hay animalillos ibéricos con pezuñas claras y de otras razas con botines negros. Lo único cierto es que Pata Negra era un grupo y acabó secándose.

Esta ley alconoqueña da el apellido de ibérico incluso a gorrinos que solo han visto la dehesa en las fotos de los mataderos, alimentados con pienso y encerrados en cómodas superficies de dos metros cuadrados. ¿Por qué? Porque su sangre mestiza contiene algo de la genealogía ibérica.

Pata negra, etiqueta negra. El paté de súper hace años que se viste con ese color.







Y complemento el artículo reciente con un reportaje antiguo de junio de ¡2008! cuando la crisis ya guillotinaba pero los políticos aún creían mantener la cabeza. La vieja ley, tan bellotera como la nueva.





A todo lo llaman ibérico



Esa piara, animales de 150 o 160 kilos, es inocente. Si los miras con ojos bizcos verás una manada de elefantes o de hipopótamos enanos. Los cerdos y los paquidermos no sudan.

Rebozados en fango, regulan la temperatura. El ojo inexperto o dubitativo dirá: “Son pata negra". Ni pata negra. Ni jabugo. Ni serrano. Ni bodega. Ni país. Un vocabulario confuso, comercial, desorientador. Palabras grasas. 


Esa piara lampiña que corretea por la dehesa de Huelva con pasos apretados está formada por cerdos ibéricos. Los engordan con bellota. Acaban aquí los sustantivos importantes. Dos vocablos a recordar: ibérico y bellota. 


Los gorrinos no sudan pero sí los oportunistas y los embaucadores.
El mal de los puercos ya no es la peste sino una ley apestada. Demasiado laxa, demasiado ambigua, puerta grande para el abuso.

“Es el desastre más grande. Se trata de una norma de calidad corregida por tres reales decretos y cuatro órdenes ministeriales. La ley da entrada a elaboradores y fabricantes que no estaban en el sector. Una ley de mínimos. Un totum revolutum. A todo se puede llamar ibérico”. Quien habla es Julio Revilla, presidente del Consorcio del Jabugo, compañía que Agrolimen acaba de adquirir. 


Quien habla es Julio Revilla y lleva 30 años discurseando porque es el padre, el tío y el abuelo de todos los intentos que se han hecho por glorificar el ibérico. Revilla ha vendido parte de sus acciones a Agrolimen, acaricia la jubilación pero sigue con el bigote tieso como la vara del zahorí ante términos reiterados como fraude


En dos fincas de su propiedad, La Jineta y El Cabril, entre Huelva y Badajoz, ha puesto firmes a la piara para que la fotografíen junto a cuatro maestros, Juan Mari Arzak, Carles Gaig, Joan Roca y Dani García. Es una operación promocional para presentar la nueva línea de perniles Sierra Mayor.

En la fábrica del Consorcio, en Jabugo, los cocineros cortan las mazas con más o menos talento, se retratan en el secadero bajo la pirámide de jamones colgantes y, horas después, a medio centenar de kilómetros, ven pasar esta piara hermosa, publicitaria y obediente. Momento óptimo para averiguar qué piensan del ibérico, cuál creen que es el futuro, cómo la apertura al mercado asiático y norteamericano incrementará los precios, de qué forma se profana el producto.

 

Equívoco número uno. Lo primero, la ley. El real decreto 1469/2007 legisla: son ibéricos los animales que proceden del cruce de una hembra 100% ibérica, aunque el padre... El padre puede ser ¡de raza duroc! “Se hace para que tengan más magro. Tanto se han cruzado que el 80 o el 85% por ciento solo tienen duroc. Lo llaman ibérico, pero también lo podrían llamar... duroc”, descubre Revilla.

A Joan Roca le preocupa el entorno seboso y resbaladizo: “El mercado no es transparente. Si queremos cosas de calidad nos tenemos que fiar de la gente honesta. Mercado distorsionado, producto maltratado. Gente sin escrúpulos intoxica la actividad del sector”. 





Ardid número dos.“Es difícil saber la cifra exacta de cerdos ibéricos que hay en España porque no existen datos oficiales y el sector ganadero es oscurantista. Calculo que en el 2007 hubo entre 2,5 y 3 millones. En el 2008, la cantidad bajará por la caída del precio. Hay una superproducción de animales, consecuencia de la entrada de nuevos industriales. Además, la alegría de la economía tiraba del sector. Unos 500.000 se alimentan de bellotas. Nosotros tenemos 14.000”, aclara Revilla. 


En España hay dos millones de hectáreas de dehesa y 500.000 en el Alentejo portugués. “Cada animal necesita dos hectáreas, 20.000 metros cuadrados. Un japonés vive en 12. Cuando visitan la finca no lo entienden”.
En la Jineta, Revilla acerca a los tokiotas a un alcornoque con 500 años. Los japoneses se abrazan al tronco renacentista para absorber esa energía del centro de la tierra. 


El latifundio es un jardín sin más jardineros que los cerdos. Las encinas, la piara como salida de un cásting. En el cortijo, situado en el extremo de El Cabril, Revilla cría purasangres. Este hombre con bigote, humor y exageración a lo Mark Twain da celos. 


Un ibérico entra en la montanera para atiborrarse de bellotas con un peso entre 90 y 110 kilos y sale con 170. La bestia zampa 10 kilos diarios de fruto y 20 de pasto. Obesos y oscilantes, caminan como maniquís sobre la pasarela. Van al matadero. 

“Es un mundo muy prostituido. Mucho jamón para tan pocas bellotas. El emblema es el cerdo ibérico. ¿Y la carne fresca? Oreja, rabo, secreto, presa, pluma, solomillo... Me pregunto: ‘¿Dónde está esa carne?’ Es difícil de encontrar, aunque ahora menos. ¿Por qué el secreto se llama secreto? Los carniceros y los despiezadores se lo quedaban para ellos”, comparte Dani García. Los cortes desconocidos del cerdo, moda, obsesión de los chefs. 





Dilema número tres. El mercado norteamericano, el japonés, el chino, el australiano y el francés abren la boca. Los nuevos-viejos ricos del mundo entregan los billeteros con alegría a los señores del jamón.

Revilla lleva ocho años en un diálogo reverencial con los japoneses: «En España se trata de un producto con una tendencia a la socialización. La nueva clase media ha querido acceder al ibérico. Y ha habido una bajada de la calidad para atender esa socialización. En Francia se vende a 250 euros el kilo. Lo más caro que se paga aquí es a 175 euros. En la tienda de comida de los almacenes tokiotas Isetan, la mejor de Asia, los 100 gramos al corte de cuchillo del Sierra Mayor alcanzan los 12.500 yenes, lo que equivale a unos 750 euros el kilo. Aunque se trata de una situación excepcional en esa ciudad, siendo los precios del jamón de bellota al corte de unos 350 euros». 


Joselito, la empresa de José Gómez, top entre los tops, también factura hacia el sol naciente piernas majestuosas con 36 meses de curación, y desvía algunas hacia Australia como si fueran un bumerán.

Martín Raventós sirve en París a Joël Robuchon, el hombre con más estrellas Michelin, que exhibe ese monumento en un pedestal para que lo admiren los clientes cárdenos del restaurante La Table.

Son de locura los jamones de Maldonado y País de Quercus. La empresa Fermín, en colaboración con el chef José Andrés, logró los permisos de las autoridades de EEUU para exportar, tras años de quisquillosas inspecciones al matadero de La Alberca, en Salamanca. 

Gaig es capaz de relacionar Tokio y Huelva: «Los japoneses tienen la carne de Kobe; nosotros, el cerdo ibérico. Y la cosa está muy clara: se trata de un producto de alta calidad que hay que proteger». 
Entre los lances del futuro, uno arriesgado: que los mejores bellotas viajen fuera y nosotros tengamos que conformarmos con el hueso y el rancio de la grasa.






Crisis número cuatro:la amenaza de los jamones húngaros o cualquier otra imitación. «Los tenemos ya falsificados desde España, donde el control y la tipificación de los cerdos ibéricos y sus productos son aún una asignatura pendiente. Desde Hungría llegan jamones de un primo lejano del ibérico, también cruzado con duroc, que tiene la pezuña negra, con lo que la confusión está servida», lamenta Revilla.

¿La solución proteccionista? Promover una Indicación Geográfica Protegida (IGP) «para dar reconocimiento europeo a los cerdos ibéricos verdaderamente singulares, los que viven en libertad y se alimentan de bellota. A falta de una IGP seria y fuerte aparecerán pseudo ibéricos de otras procedencias. La normativa vigente no es de aplicación a productos extranjeros, solo a los elaborados y comercializados en España». El desafío del pata negra del Este. 


«Trufa blanca, caviar, jamón ibérico... ¿Qué puede hacer un cocinero con un producto tan bueno que es mejor no tocar?», suelta Arzak con esa filosofía de lo cotidiano que maneja con gracia.

Pasa la piara de elefantes en estampida.
En el cortijo, el maestro jamonero afila el cuchillo largo. Es un arma de samurai.






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